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La cuenca Atoyac ha llegado a su límite ambiental: investigadores

 

 

La cuenca Atoyac-Zahuapan es una región rica en agua que se nutre de muy diversos ríos, condición que la ha convertido en un espacio atractivo para las industrias, principalmente textileras y de autopartes. Los ríos han pasado de ser parte fundamental de la cultura y espiritualidad de las comunidades a drenajes para más de 22,000 empresas.

 

Se calcula que se vierten hasta 200 millones de metros cúbicos de agua residual al año. La mayor parte de las descargas llegan de forma directa al río Atoyac; el resto, a través de canales, riachuelos e infiltraciones. Corredores como los de Huejotzingo y Cuautlancingo son los principales emisores de contaminantes que perjudican principalmente a las zonas de cultivo.

 

Como expuso el Dr. Samuel Rosado Zaidi en un foro especializado de la IBERO Puebla, la historia de las comunidades de la región data de los primeros asentamientos en Cacaxtla y Xochitecatl, atraídos por la abundancia de agua y tierra fértil. La convivencia armónica con las condiciones ambientales favorables se dio durante siglos hasta la llegada del modelo industrial en el siglo XX.

 

En su mayoría campesinas, las comunidades están expuestas a una diversidad de sustancias genotóxicas que derivan en enfermedades en la piel, intoxicaciones, malformaciones y muertes prematuras. Esta vulneración ha sido denunciada por décadas ante instancias locales y nacionales; también se han emprendido acciones comunitarias para proponer un protocolo de saneamiento integral de la cuenca.

 

Ante la inacción de las autoridades, el Centro Fray Julián Garcés (recientemente condecorado por el Sistema Universitario Jesuita) abordó la problemática desde un análisis meticuloso de la situación, donde se brindó asesoría a los pobladores y se visibilizó la problemática a nivel nacional.

 

En su colaboración con el colectivo, la Dra. Regina Montero Montoya contribuyó a demostrar que existe una correlación entre la industrialización de las comunidades y las alteraciones en los procesos biológicos de sus pobladores. Por ello, recomendó realizar seguimientos permanentes a la salud de los habitantes para ofrecer una atención temprana.

 

Las emisiones cuestan vidas. De acuerdo con un estudio realizado entre 2000 y 2019, las mayores tasas de mortalidad en las comunidades cercanas a la cuenca se registran en la vejez y en la primera infancia; los adolescentes y jóvenes son los que más se ven afectados en el tiempo. Además, los varones en edades adolescente, joven y adulta tienen mayor probabilidad de morir que las mujeres. El 75% de las muertes en la región son provocadas por enfermedades.

 

La Dra. Gabriela Pérez Castresana señaló que la mortalidad por condiciones crónicas no transmisibles es clave para determinar la salud pública de una región, pues su estudio contribuye a identificar factores ambientales de riesgo y patrones que permitan definir las políticas de salud.

 

 

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