Por: Angulo Torres Melchisedech
Un punto en movimiento
El cuerpo es una razón que se extiende y penetra en otro cuerpo animal. El individuo era definido en un mundo como continuidad. El sujeto se manifiesta en el momento en que algo se identifica en los mundos. El sujeto está enfrente del mundo, en un nuevo sentido del concepto mundo; cuando el individuo vivo se encontraba en el mundo y éste en él.
En frente del nuevo valor del sujeto que se funda, emerge un nuevo valor que se le da al mundo. Para entender esta operación, hay que retomar al teatro del cálculo diferencial y ya no a la maquinaria pesada de la fenomenología. Una zona de indeterminación no es separable de una singularidad. Es propio de unas condiciones remitirse al problema.
Es propio de la singularidad de los puntos su distribución, según formas en movimiento. Diversos casos de un mismo acontecimiento, determinan el origen de las soluciones y el problema. Mundos que no se pueden componer, a pesar de ello comprenden varios casos de solución para un mismo problema. Todos los resultados responden a un mismo tiro.
Las variables de una misma historia se convierten en los mundos que no se pueden componer. Cada resolución con todos sus desenlaces es el punto de inicio para otras derivaciones. Nos encontramos ante lo que representa y en el límite más allá de los individuos. La N potencia son “personas”. Las clases son propiedades y variables.
En el orden de la persona están fundadas las clases y propiedades. El sentido procrea el complejo donde se lleva a cabo: organiza los individuos que expresan los mundos. Después, opera algo copresente al sentido, un punto aleatorio o sinsentido. Como función de identificación se genera el principio de un “sentido común”, luego del “buen sentido”.
La creación de nuevos conceptos es asignada a la Filosofía por Leibniz, en una declaración vergonzosa a condición de no vulnerar los “sentimientos establecidos”. De ahí la no distinción como forma de identificación producida en la teoría de la constitución de Husserl. El individuo descubre el sentido e intuye ya el sinsentido, imponiendo duras leyes de las mezclas.
